Clase magistral de Fernando Trueba
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Clase magistral de Fernando Trueba



José Cabrera -

Ya hablamos en El Joven Tintero de Fernando Trueba y La niña de tus ojos, la genial película de 1998 cuya secuela, La reina de España, se estrenará este 25 de noviembre. Por ello, y como motivo del inicio de un nuevo curso en la escuela SUR, se organizó en el Círculo de bellas artes un interesante coloquio conducido por Gregorio Belinchón, en el que el cineasta adelantó detalles de su última producción y también repasó su trayectoria, tanto como creador como espectador.

Hablando del pasado, pero sin la carga de la nostalgia, Trueba recordó parte de su formación cinéfila e intelectual. Su infancia en Estrecho, barrio del que se nutre para muchos de sus diálogos. Francia, y su contacto con Robert Bresson, del que se confiesa acólito y al que reivindica repetidas veces a lo largo de la charla. También a Billy Wilder, al que cita de memoria casi como si de un dogma se tratase. Y por supuesto Woody Allen, del que recuerda cuando Rafael Azcona le decía que habría que darle el Nobel de literatura, afirmación que secunda el madrileño, que entiende el cine como un género literario: “¿Por qué cuando se estudia literatura se estudia el teatro pero en cambio el cine no?”.

Con un Óscar, un Bafta, innumerables Goyas y demás premios en su haber, Trueba en cambio resalta la humildad como un valor necesario para el creador y para la vida en general. Afirma no sentirse ni buscar en ningún momento parecer un general cuando dirige. Por el contrario, aboga por intentar enamorar a sus colaboradores cuando trabaja en un proyecto, más que buscar la imposición basada en la jerarquía de un rodaje. Este amor que emana el director por el cine es el que dice que pretende que rezumen también sus películas. Un director que además de largometrajes, de comedia, ha cultivado con éxito el documental y hasta el cine de animación.

En La reina de España, Trueba recupera a los personajes del 98, a Penélope Cruz, Resines, Santiago Segura, y sitúa la historia en un rodaje de esas superproducciones americanas que se hicieron en España en los años 50. Su pretensión, contaba Trueba, ha sido la de causar felicidad en el público, reivindicando el cine como ese refugio contra la realidad durante unas horas. Poniendo en valor el cine que entretiene, que divierte, pero sin perder de vista, recuerda, el lado moral que para él debe tener el arte. Lamenta el director el prestigio que le parece ver que la sociedad otorga hoy en día al malo, al corrupto, y por ello su cine sigue repleto de ingenuidad, de inocencia, de alabanza siempre a la valentía de los buenos y optimistas frente a la supuesta lucidez que se asocia siempre a la negatividad.

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