Astronautas, veterinarios, bomberos, bailarines… Miles de profesiones se nos pasan por la cabeza, y por el corazón, cuando somos pequeños e inocentes y no estamos contaminados con el dichoso "y si sale mal". Algunos atienden a esos sueños y otros se dejan llevar por tendencia general de obtener una zona de confort.
Hablamos con el actor José Montiel, quien presenta los viernes de mayo y junio su obra El (no tan) fantástico mundo de Caralampio en el Teatro de las Aguas, un texto que surge de la combinación de las obras de los grandes autores Pablo Neruda, Ignacio del Moral y Manuel Gómez García.
Tras mucho tiempo alejado de los escenarios, vuelves con el estreno de su obra El (no tan) fantástico mundo de Caralampio. ¿Cómo te sientes?
Muy ilusionado y sobre todo muy agradecido. Agradecido a la vida, a mi familia, a mi chico y a la gente de mi alrededor que me están apoyando en esta decisión que he tomado de dejarlo todo para dedicarme a la interpretación. El haber llevado esta historia al escenario ha sido y es para mi una catarsis, un hacer las paces conmigo mismo. Un proceso de sanación.
Llevas 12 años con este texto en tu mochila, ¿por qué has decidido ahora mostrarlo al mundo?
Realmente la decisión de mostrarla al mundo la tomé el mismo día en que este espectáculo nació en mi mente. En cuanto leí los tres textos y se me ocurrió que podía jugar con ellos y crear esta historia, este personaje y dar el mensaje que se da en la obra, supe que los subiría al escenario.
Lo que ha cambiado desde entonces hasta ahora es que me he dado el permiso de hacerlo. Me explico. Uno hace suyas creencias que escucha en casa y en la calle del tipo “de eso no se puede vivir”, “hay que tener un trabajo estable”, “hay que tener un sueldo fijo y llegar a fin de mes”, etc. Creencias de otros que uno hace suyas y que, aunque te las dan con la intención de protegerte sepultan los deseos de tu alma y te sumergen en lo “normal”, lo “establecido”, si no te deshaces de ellas. Es verdad que económicamente no hay estabilidad, o no sabes cuando vas a trabajar; y está claro que hay que tener cubiertas unas necesidades mínimas. Pero, a nivel emocional, estoy en la etapa más estable de mi vida.
Háblenos amplio de Caralampio
Caralampio es un personaje tierno y entrañable que tocará el corazón de quien vaya al teatro. Es un espejo para quien va a verla, así como un “tironcillo” de orejas o una llamada de atención para todos nosotros que nos permitimos juzgar a las personas a la ligera.
Creo que esta historia puede ser el reflejo de casi todo el mundo, en algún momento de su vida. Como se ve en la obra, este personaje opera desde un sentimiento de soledad, por el que creo que hemos podido pasar el 100% de las personas. Un sentimiento de falsa soledad ya que, realmente, nunca estamos solos. Siempre estamos con nosotros mismos. Pero como buscamos siempre fuera las causas de nuestra felicidad, que ya llevamos dentro y que no vemos, nos alejamos tanto de nosotros mismos, que nos sentimos solos. Pero como digo, es un sentimiento falso.
Caralampio es también ese niño que por ser “diferente” ha sufrido bullying en el colegio, las risas en reuniones cuando ha ido creciendo, las miradas burlonas de la gente por la calle, los cuchicheos de los vecinos, etc. Y todo porque no es como lo que la mayoría de la sociedad que dice que hay que ser.
Es esa persona que ha creado su burbuja o su mundo fantástico, para poder enfrentar la vida a su manera. Mundo que, al ponérsete de frente, como se hace en este espectáculo, no ves tan fantástico. Es aquel que ha normalizado ese aislamiento, elegido por sí mismo, pero casi obligado por el boicot social. En la obra, lo que trato de hacer ver es que, aunque este mundo lo cree el propio individuo, hemos de asumir la responsabilidad social que empuja a estas personas a aislarse de tal manera.
¿Podremos reconocer en su personaje algo de José Montiel?
¡Y tanto! En cuanto a la caracterización, quizá no: por la forma de moverse, los gestos, el tono de voz. Pero emocionalmente tiene mucho de mí y de momentos de mi vida. Quizá por eso tampoco ha visto antes la luz. Yo tenía que sanar heridas y sensaciones propias, antes de ponérselas a Caralampio y poder así subirlas al escenario. Pero cualquiera que me conozca desde hace años, puede ver en Caralampio muchas cositas de mí.
Nunca sabemos desde dónde opera el de enfrente. Es desde esta ignorancia que nos reímos, nos burlamos, criticamos, etc. Pero pocas veces nos ponemos en sus zapatos para saber por qué anda así su camino.
A través de un diálogo cómico, trasmites un verdadero drama. ¿Te ha sido complicado alcanzar este resultado?
La verdad es que no. Los textos son muy buenos y la idea de lo que se quería mostrar estaba clara. Es verdad que me he deshecho de partes del texto que alejaban a Caralampio del personaje que yo quería llevar a escena, pero con la adaptación de los textos, mi idea clara de lo que quería mostrar y como no, la visión desde fuera de mi director, Ricardo Várez al que le estaré eternamente agradecido, hemos conseguido transmitir con humor, un drama que, por desgracia, no deja de ser actual.
¿Podría decirse que tiene un mensaje social oculto?
Creo que no está tan oculto y que es bastante directo. Pero como en la vida real, creo que no hay nada oculto, solo que hay muchas cosas que no queremos ver o de las que no nos queremos responsabilizar, porque no nos es agradable, cómodo, porque nos da miedo enfrentarlo o por otros motivos.
La obra muestra a un personaje de los que hoy llamamos “freaky”, del que nos reímos y al que criticamos si te lo encuentras en la calle. Y es lo que suele pasar. Hemos aprendido desde pequeños, que nos podemos reír o podemos señalar, a todo aquel o aquello que se salga de lo que hemos establecido como normal. No nos dicen: “Eh. No juzgues. No sabemos que lleva esa persona en su mochila, para saber porque actúa como actúa”.
Dicen que la actuación es como una droga, ¿qué te ha enganchado de ella?
Es verdad que lo dicen, sí. Y quizá durante un tiempo lo fue, porque era una forma de huir de mí mismo, encarnando a otros. Pero creo que todo aquello a lo que te enganches, deja de ser sano en ese mismo momento.
Para mí la actuación implica una toma de responsabilidad. Me explico, uso la interpretación para hacer ver que hay realidades diferentes a la nuestra, pero no por ello, menos válidas que la nuestra.
Siempre he sido muy torpe, por ejemplo, para los deportes. Recuerdo un día que estando comiendo con mis padres en un restaurante que nos encontramos con el entrenador de voleyball del instituto y mi madre le preguntó: “¿Y qué? ¿Juega bien el niño?”. A lo que este respondió: “Pues no. Pero me anima al equipo”.
Digo esto porque creo que hemos de usar nuestros dones, aquello que se nos da bien, para tratar de hacer un mundo mejor. Y a mí lo que se me da bien es interpretar. Y si con mis obras de teatro puedo hacer que la gente pase un buen rato, a la vez que se lleva una reflexión a casa, ya tengo aquí el motivo por el que dedicarme a ella.
Esto de cara a los demás. De cara a mí mismo, me hace también ver el desde dónde operan los personajes y entender así a personas de la calle, ya que todo lo que veas en escena, estoy seguro de que corresponde a una persona real.
Cuando creas un personaje, no debes de juzgarlo, sino tratar de comprender por qué actúa de ese modo. Es lo que hablábamos antes de la mochila, no sabemos qué ha pasado en su vida el de enfrente, para que actúe como lo hace. En este aspecto, la interpretación te abre la mente.
¿Por qué la interpretación, cómo empieza todo?
Pues supongo que esto me viene de familia. Madre polifacética en el mundo de las artes (escribe poesía, canta, pinta, hace teatro, etc), abuelo materno músico (tocaba el violín y el saxofón) y una abuela materna que no se dedicó a nada artístico pero que llevaba el arte y la gracia en sus venas.
Desde pequeño me gustaba crear historias, imaginaba ser mil personajes, me inventaba programas de radio y de TV que mostraba a mi familia, cantaba, etc. En la E.G.B., hice una adaptación infantil de “la fierecilla domada” y más tarde, en el instituto me apunté a las clases extraescolares de teatro, donde ya supe que esto era lo que se me daba bien.
Incluso estudiando la carrera de turismo, seguía yendo los martes al instituto a las clases de teatro.
¿Cuál es la cualidad que más agradeces de un compañero de escena?
Lo que más agradezco de los compañeros es cuando el que tienes enfrente es generoso y mira por el bien del espectáculo. Todos los actores, creo que, tenemos un punto de vanidad, que si no te trabajas, puede traicionarte en escena y que por querer lucirte tú, traiciones la globalidad del espectáculo.
¿Qué es lo que más han elogiado de ti?
En este aspecto quiero recordar a mis dos grandes profesores de interpretación de la carrera de arte dramático en la ESAD de Córdoba. Mis dos Pacos.
En primer lugar a Paco García Torrado con quien empecé la carrera. Un gran maestro y mejor persona, que nos enseñó disciplina y que nos inculcó, no solo el amor por este arte sino el respeto y la dedicación que hay que brindarle. Gracias a Paco, al que he visto recientemente, he vuelto a creer que soy buen actor, ya que nunca había terminado de confiar en mí. Sus palabras fueron algo así como: “eres muy buen actor y creativo, así que déjate ya de tonterías”. Algo duras, pero contundentes y que llegaron a donde tenían que llegar.
El otro maestro fue Paco Piñero. Que también nos inculcó que el teatro requiere trabajo por muy buen actor que seas. Si no hay trabajo, no hay buen resultado. Siempre nos decía una frase de Picasso: “que la inspiración me pille trabajando”. La cualidad que siempre destacó de mi era mi retentiva. Decía que era de los actores a los que hay que darles las indicaciones una sola vez y al siguiente ensayo ya la tienen integrada.
¿Proyectos futuros y confesables?
Pues tengo en mente una obra teatral a partir de varias escenas sueltas que muestran, a la vez que critican, situaciones e historias muy actuales. La idea es poder vender la obra en su totalidad o las escenas sueltas en microteatro, para así tener más opciones de cara a su distribución.
Quiero también formar una asociación cultural con mi chico y algún que otro valiente que nos quiera acompañar en esta aventura, para producir obras de teatro, series, programas o cualquier locura que se nos ocurra. Si eso va bien, la idea es llegar a crear una empresa y formar una productora.
¿Dónde podremos verte?
En el Teatro de las Aguas (C/ de las Aguas, 8. Madrid), los viernes 10, 17, 24 y 31 de mayo, y pendiente de otros bolos que iré anunciando en Instagram (@js.montiel).
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