Un sueño olímpico
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Un sueño olímpico



Sharon Hillary Gamero -

Riesgo, valentía y coraje son parte del equipaje de quiénes tras años de esfuerzo no desistieron del sueño de representar a su país. Tan solo el valor de estar sobre suelo olímpico les hace tan vulnerables como audaces en el deseo de ser los únicos, de ser la imagen de una bandera que ondeará para dejarse la piel en cada juego.

Inexplicables sentimientos brotan de quiénes cada mañana afrontaban su deporte como la esperanza de una nación. Sobre tierra, agua y aire osan desafiar al destino y demostrarse a sí mismos que nacieron para ser elegidos.

Oradores, ateos y sin ídolos espirituales aspiran a caminar sobre el terreno donde tanto otros derrocharon sudor y lágrimas. Sin duda, esperan respuestas de sus desvelos, vehemencia y empeño. Prometiendo que cada gota merecería pena.

Definitivas ocasiones que no serán repetidas son el anhelo y la esperanza de un pueblo que expondrá al mundo que la historia no está escrita. El fracaso no es una batalla perdida sino la prueba y evidencia de dignos duelos donde la deportividad es un principio de honor y maestría.

Citan, emulan y adoran a quiénes legaron el triunfo sin que la derrota fueran motivo de deshonra sino el origen de un héroe sin olvido. Vencedor o vencido parece ser una cuestión de sana competitividad abandonando estigmas, rencores absurdos y prejuicios. Brindando la oportunidad a cada territorio de levantarse para fascinar a quienes se aventuraron a cuestionar sus sacrificios.

Unen distinciones que enriquecen la hermandad de una celebración que amerita el respeto, la solidaridad, la tolerancia y el amparar a los que son oprimidos o no pueden alzar con orgullo la insignia del lugar que les vio nacer porque fue destruido.

Serán huellas que jamás podrán ser borradas, rostros de dolor y gloria que serán recordados en los anales de la historia que forjados con lealtad quedarán grabados en la memoria de la eternidad.

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