En la carretera, de Jack Kerouac
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En la carretera, de Jack Kerouac


Guillermo Martínez -


'El rollo mecanografiado original' es el subtítulo que apadrina este libro, En la carretera; y como todos los de Kerouac, protagonista de la Generación Beat, nos envuelve en un entorno en el que el destino se confunde con la suerte y la fortuna baila con el deseo.

Título: En la carretera. El rollo mecanografiado original.

Autor: Jack Kerouac (Massachusetts, EE.UU. 1922 - 1969 Florida, EE.UU.)

Año de publicación: 1957

Editorial: Anagrama - Panorama de narrativas

Páginas: 448

Año de la edición: 2014

ISBN: 978-84-339-7507-2

Adquirido el día: 26.11.2015

Comprado en: Fue un regalo por mi cumpleaños.

Descriptores: Carretera / Destino / Religión / Autostop / Prostitución / Sexo / Drogas / Trance / Homosexualidad / Amor / Locura


Jack Kerouac con su gato / Foto: Jerry Bauer

Jack Kerouac con su gato / Fuente: Jerry Bauer

Jamás había leído una novela en la que el miedo estuviera tan lejos. Ya he terminado el libro, pero ha empezado mi andadura en nuevos conocimientos, nuevas aventuras, nuevas vidas que están esperando sin ni siquiera saberlo. Quizá el mejor novelista de la Generación Beat nos obliga a montarnos en el coche con él, viajar en su mochila y con sus inseparables amigos. Como la sensación de unidad que tiene con Neal Cassady, en donde uno es capaz de dejar su familia por el otro, en donde el otro es capaz de abandonar su vida por compartir la del uno. De esta forma, llegas al final del viaje, que se parece mucho a su Camino, llegas al final y te das cuenta de que la vida no está allí, sino en la distancia que lo separa del aquí.

Ten valor para leer esta novela, pero más aún, ten valor para darte cuenta de qué es la vida y lo mal que la estamos viviendo.



Extracto del poema 15 del libro Hojas de Hierba, del apartado Canto Dedicatoria que Keruac hace hacia sus amigos de En la

del camino abierto de Walt Whitman; que aparece al principio de carretera. / Fuente: Guillermo Martínez

En la carretera. / Fuente: Guillermo Martínez

CITAS

  • Pero entonces bailaban por las calles como girándulas, y yo arrastraba los pies tras ellos como he venido haciendo toda mi vida con la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la que está loca por vivir, por hablar, ávida de todas las cosas a un tiempo, la gente que jamás bosteza o dice un lugar común..., sino que arde, arde, arde como candelas romanas en medio de la noche. (Pág. 22)

  • Él pensaba que yo era lo menos parecido del mundo a alguien que se las da de artista. (65)

  • Estamos tratando de comunicarnos con absoluta sinceridad y absoluta totalidad todo lo que tenemos en la cabeza. A veces estamos dos días en vela para llegar al fondo de nuestra mente. (67)

  • (Dicho por Allen Ginsberg de Neal Cassady) Louanne tiene muchas ganas de divorciarse pero mientras tanto insiste en seguir follando. Dice que adora su enorme polla; lo mismo dice Carolyn, y lo mismo digo yo. (68)

  • «La muerte, maestro de baile.» (84)

  • -¿Qué esperas de la vida? —le pregunté; solía preguntárselo a todas las chicas. (87)

  • No se da la charla de cortejo; ni la charla sincera sobre las almas que debería darse, porque la vida es sagrada y cada momento, precioso. (88)

  • Una sombra de desencanto nubló el semblante de mi amigo —siempre estaba desencantándose de las cosas más extrañas—. Tenía un corazón de oro. (96)

  • Y estaba decidido a recuperar todo lo que había perdido; y la suya era una pérdida sin final; era algo que seguiría con él para siempre. (106)

  • Detrás de mí, nada; delante, todo, como acontece siempre en la carretera. (121)

  • Tras una docena de pasos, nos volvimos (porque el amor es un duelo) y nos miramos por última vez. (146)

  • La noche, negra como boca de lobo, lo envolvía todo. (156)

  • Sus ojos escupían furia cuando hablaba de cosas que odiaba; grandes fulgores de alegría la reemplazaban cuando de pronto se sentía feliz: cada uno de sus músculos volvía a la vida—. (166-167)

  • Todo está bien, Dios no existe, conocemos el tiempo. (174)

  • Mi madre había dicho en cierta ocasión que el mundo no encontraría nunca la paz hasta que los hombres de arrodillaran ante las mujeres y les pidieran perdón. (176)

  • Esa es la noche; y eso es lo que la noche te hace. No tengo nada que ofrecer a nadie más que mi propia confusión. (181)

  • La cárcel es el lugar donde te prometes a ti mismo el derecho de vivir. (189)

  • Uno siempre espera encontrar alguna especie de magia al final del camino. (191)

  • Y ahora estaba acometiendo el trabajo de su vida, que consistía en el estudio de las cosas en sí mismas, en las calles de la vida y en la noche. (208)

  • (...) y caí en la cuenta de que, hagas lo que hagas, al final todo va a resultar una pérdida de tiempo, así que tampoco importa gran cosa si te vuelves loco. (252)

  • Así percibimos desde arriba al fantasma de la acera. Miré por la ventana. Estaba solo en la puerta, mirando la calle. Amargura, recriminaciones, consejos, moralidad, tristeza..., todo quedaba detrás de él; y, delante de él, el gozo irregular y extático de la pura existencia. (273-274)

  • —Nunca te sientes morir lo suficiente para llorar. (297)

  • Algo saldría de todo aquello. Siempre hay más, siempre se puede ir un poco más lejos... Es algo que nunca se agota. (337)

  • -Kerouac, siempre estás tú cuando hay policía por medio, (...). De ahora en adelante no quiero tener nada, absolutamente nada que ver contigo, ¿me has oído? (349)

  • Medité sobre la desolación de mis propios días. También yo tenía un camino espantosamente largo por delante. (359)

  • ¿Sabes lo que me hicieron en chirona? Aislamiento con una Biblia. Yo solía sentarme encima de ella en el suelo de piedra, y cuando me veían hacerlo me quitaban la Biblia y me traían una pequeñísima. No podía sentarme encima de ella, así que me la leí de cabo a rabo. ¿Qué te parece? (360)

  • Los grandes hombres del mundo son infelices. (365)

  • -Nos cuidaremos unos a otros —dije yo. (376)

  • Comprendí que él hacía de su padre. Hemos ahí los tres: Neal buscando a su padre; yo, con el mío muerto; Frank huyendo del suyo. (376)

  • Su dignidad impecable era lo que la hacía pobre en aquella casa de putas vieja y disparatada, lo cual me hizo pensar. (407)

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