Estoy oyendo gritar a la ausencia,
desaforada y melancólica,
de tiempo presente y planes de futuro.
Trato de tapar el sonido con alegorías pragmáticas
y conciencias reventadas que salpican incomunicación
y riesgo de reflejo de insomnio en tus ojos.
Apuesto por la recaída inocente,
por un vínculo alambrado con tendencia suicida
y noches de persecución y asalto.
Suelo atravesar la alambrada de tu espalda tres veces por semana
y engancharme con remordimientos silenciosos
y gritos de guerra pidiendo auxilio como si no hubiera mañana.
Juego a los dardos con tu corazón,
navegado entre tus pestañas
y un cúmulo de respuestas tardías que suponen la soledad más desbaratada.
Y luego respiro versos deconstruidos
tragando distancia y dudas,
haciendo tiempo para que vengas
a buscarme.
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